Una vez conocí a un gilipollas integral.
Estuvimos en un hotel, en Almagro, de esos que algunos llaman “tipo boutique”.
No sé si lo de boutique es porque puedes comprar productos autóctonos…
… o porque es pequeñito como una tienda, como una boutique.
El caso es que nos trataron muy bien.
Pero no muy bien de que se les nota que buscan que dejes una buena reseña.
No.
Muy bien de que se les nota que son así de buena gente.
En el desayuno te esperan tostándote el pan, diciéndote que es “tu pan” y ofreciéndote todo lo que tienen.
Contándote, por ejemplo, que las mermeladas son caseras, que apenas tienen azucaca y demás.
El café era Nesspreso, que sin ser mi favorito, es como cuando te encuentras un restaurante italiano en medio de ese desastre gastronómico llamado Inglaterra.
Al menos no era café de esas máquinas del demonio que tienen la mayoría de los 4 estrellas de Andorra.

La habitación no solo impecable…
… sino también decorada con pinturas de autores locales, un baño XXL, una ducha XXL y todo lujo de commodities para que no eches nada en falta.
Pues bien.
El domingo por la mañana, justo antes de marchar, las niñas vuelven a su habitación para ir recogiendo.
De repente, vuelven corriendo hacia nosotros y nos dicen en voz muy bajita:
“Hay una cucaracha debajo de la cama y no me atrevo a sacar mis zapatillas”.
Y como recuerdo que una vez conocí a un gilipollas integral, hice lo siguiente.
El dueño del hotelito estaba justo a nuestro lado leyendo prensa.
Le digo:
“Por favor, acompañe a las nenas a su habitación porque hay una cucarachita debajo de la cama”.
No dijo nada, se levantó y fue con ellas.
Y la mató (lo siento por si hay algún animalista de guardia).
Al salir, viene hacia nosotros a disculparse.
Le digo, antes de que diga nada, “no, no, no, ni se preocupe, no ha pasado nada”.
Pero, aún así, se disculpó.
El gilipollas integral hubiera hecho el falso delante de él y luego hubiera ido corriendo a Booking a dejar una reseña negativa.
Yo no.
No porque no me considere gilipollas, que seguro que para más de un progre lo soy, sino porque una cucaracha no me jode el finde.
Hay gente a la que tampoco les jode la ilusión de tener su casa que no haya llegado un radiador toallero por rotura de stock.
Y más si es mi tía Conchín.
Por eso hemos tardado tanto en subir la reforma de su nueva casa.

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